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Fecha publicación: 08-09-2015
Autor: David A. Pérez Martínez

“Cuando una persona muere es imposible reemplazarla, deja un agujero que no se puede llenar” O. Sacks

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  En la era de lo “neuro” las noticias sobre todo lo que tienen que ver con la neurociencia son de interés para la sociedad. Y quizás, uno de las personas que más han influido en las últimas décadas en dicha difusión ha sido el neurólogo Oliver Sacks.

  Le admiré desde que era estudiante de medicina por su habilidad a la hora de describir a los pacientes que atendía. No sólo describía magistralmente los extraños síntomas que presentaban, sino que indagaba en la percepción y el sentimiento que tenía el paciente a la hora de sufrir su enfermedad. A menudo, involucraba en sus textos la relación con el familiar o el cuidador, perplejo y asustado por el comportamiento de su ser querido. Y es ahí dónde la neurología clínica se implica realmente con el paciente.

  Le admiré desde que era residente de neurología por la capacidad que tenía para explicar conceptos tan complejos como una agnosia visual asociativa. Genial en su descripción del “hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, bordeando lo que parecía un “realismo mágico” cuando en realidad estamos hablando de cómo nuestra mente se enfrenta a los retos de interpretar la realidad.

  Le admiré como neurólogo, cuando demostraba detrás de cada uno de sus textos su interés y pasión por la neurología clínica. El contacto con el paciente y el enigma del diagnóstico clínico son retos que debe enfrentarse a diario el neurólogo; ser capaz de mantener el espíritu y la pasión por la clínica diaria es una habilidad que no todos los médicos son capaces de mantener durante su vida profesional. Y Oliver Sacks fue en excelente modelo de entrega a la neurología clínica y a la atención con sus pacientes.

  Y le he admirado ya como neurólogo senior, cuando se ha enfrentado de manera templada y valiente a su propia muerte. Anunciada de manera magistral y difundida, como no podía ser de otra forma en nuestro tiempo, en su perfil en redes sociales. Como bien decía en su comunicado, no podía negar que sentía miedo hacia lo desconocido, pero estaba dominado por un sentimiento de gratitud por todo lo que había podido hacer en su vida, por haber amado y por ser amado.

  No sólo los neurólogos le debemos algo al Sr. Sacks, todos le deberíamos agradecer su capacidad para demostrar que debajo de la perplejidad y la extrañeza por los síntomas que presenta el paciente que sufre una enfermedad neurológica, hay un ser humano y una familia sufrientes. Descanse en paz, Sr. Sacks, un placer compartir este tiempo con usted.