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Fecha publicación: 26-10-2014
Autor: Ángel Fernández Díaz

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El insomnio es una de las patologías más prevalentes en la población general. Causas médicas o psiquiátricas aparte, un buen porcentaje corresponde al conocido como insomnio primario o psicofisiológico, el cual es un motivo muy habitual de consulta entre los profesionales interesados en el tema.

En general se admite que los diferentes fármacos aprobados para este campo (benzodiacepinas, agonistas de receptores benzodiacepínicos, antidepresivos) no debieran emplearse más allá de un periodo de seis u ocho semanas, siendo altamente recomendable valorar su necesidad a partir de ese momento. También se hace necesaria la presencia de una terapia no farmacológica o conductual, que incluye diversas modalidades.

  o Medidas de higiene de sueño, encaminadas a mejorar y mantener la calidad del sueño: generalmente estas medidas ya son aplicadas (con mayor o menor grado de adherencia) por los pacientes antes de llegar a la consulta.

   o Terapia de control de estímulos: básicamente buscan romper la asociación que se establece en el paciente entre el objeto (cama) y la reacción (miedo a no poder dormir). Podría considerarse una especie de medida de higiene de sueño, donde se indica al paciente la necesidad de no permanecer en la cama despierto por periodos superiores a veinte minutos, debiendo abandonar en este caso la cama tantas veces sea necesario. Esto se completa con un horario rígido de despertar a las mañanas, estando prohibidas las siestas.

   o Terapias de relajación muscular o respiratoria, que buscan disminuir el estado de tensión global.

   o Terapia de restricción de sueño: en este abordaje, se pretende que el paciente, una vez aportados los datos del diario de sueño, tenga el tiempo de permanecer en la cama limitado al número de horas durante las cuales está durmiendo, aunque nunca debiera ser menor a cinco horas. Posteriormente, en base a los registros diarios del paciente, el tiempo de restricción se acorta de modo progresivo (unos 30 minutos aproximadamente) cuando la eficiencia oscila en torno al 85% hasta obtener una duración y calidad del sueño adecuado a cada paciente.

   o Terapia cognitiva: básicamente busca, con la ayuda del terapeuta, a establecer expectativas realistas relacionados con el insomnio y las necesidades de sueño, aprendiendo a manejar la ansiedad que aquel genera.

   o Terapia cognitivo-conductual: se puede considerar una mezcla de las previas en tiempos y formas diferentes.

En general se admite que todas estas intervenciones ( medias de higiene de sueño y control de estímulos aparte) precisan de unas 6-10 sesiones, siendo la experiencia del profesional que las aplica uno de los factores más importantes a la hora del éxito de las mismas.

Basándonos en la evidencia, debemos reseñar que las medidas de higiene de sueño no ha sido comparada directamente en ensayos clínicos frente a la no aplicación de las mismas. La terapia de control de estímulos ha demostrado eficacia en la mejoría del sueño, en ensayos aleatorizados, mostrando mayor eficacia incluso entre aquellos pacientes que no tomaban medicación para el insomnio. Existen pocas evidencias relacionadas con la terapia de relajación, si bien parece apreciarse una mejoría de los parámetros de sueño que no se traduce en una mayor funcionalidad diurna, siendo sus resultados inferiores a los de la terapia conductual. Por el contrario, la terapia de restricción (sobre todo si se aplica junto con las medidas de higiene) mostraba cambios objetivos y subjetivos en la eficiencia de sueño, según los últimos metaanálisis. La terapia cognitivo conductual ha mostrado eficacia en diversos ensayos de alta calidad metodológica, ofreciendo mejorías subjetivas del tiempo de vigilia durante la noche y de la calidad del sueño, con una prolongación de los beneficios incluso una vez acabado el tratamiento.

En resumen, las terapias no farmacológicas parecen ser una opción muy real y eficaz en el tratamiento del insomnio. La ausencia de efectos secundarios también es un punto a tener en cuenta. La necesidad de un profesional experimentado, los problemas para la disponibilidad en consulta y la conveniencia de un equipo multidisciplinar ( psiquiatras, psicólogos, Neurofisiólogos, Neurólogos, Médicos de Familia, especialistas en ORL…) son algunos de los inconvenientes que presenta, los cuales podrían paliarse en parte con la ayuda de las nuevas tecnologías.


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