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Fecha publicación: 31-05-2015
Autor: Anabel Puente Muñoz

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  En pleno siglo XXI, vivimos inmersos en la tecnología. Dependemos de ella hasta tal punto, que muchas de nuestras actividades diarias no podrían ser realizadas sin la ayuda de los dispositivos multimedia. Hoy en día, es difícil encontrar un hogar en el que no haya algún Smartphone / Tablet / videoconsola, además de las consabidos aparatos de TV o los nuevos dispositivos phablet y wearables.  Está claro, que la tecnología lleva a un mudo virtual, que se encuentra al alcance de todos y que no solo nos hace más fácil la vida, sino que además nos entretiene. El precio que tenemos que pagar a cambio, pasa por la modificación de nuestras rutinas y conductas habituales. Obviamente, la primera repercusión es un mayor sedentarismo, pero además influye en otras áreas como nuestro sueño y ritmo circadiano.

 Estamos asistiendo a una modificación de las conductas, como la sustitución del libro nocturno por la tablet. Los efectos de este cambio, no solo pasan por una reducción en el tiempo total de sueño. Se incrementa la latencia de sueño, mientras que la actividad social y laboral, nos hace mantener los horarios y en consecuencia finalizar el tiempo de sueño a la misma hora. A esto hay que añadir, otros efectos propios de las características del dispositivo en sí. La pantalla iluminada supone una exposición a una fuente de luz, que incide sobre el eje retino-hipotalámico, enviando información a nuestro sincronizador interno, el núcleo supraquiasmático. Este efecto es mayor que, el que ya de por sí ocurre con la exposición a un aparato de TV, dado que estos dispositivos suelen utilizarse cerca de la cara, lo que supone una estimulación lumínica, que altera el ritmo circadiano. El núcleo supraquiasmático interpreta esta exposición lumínica como una prolongación de la vigilia, disminuye la secreción de melatonina  e inicia una serie de mecanismos que tienen como resultado el mantenimiento de la vigilia, lo que se traduce en una  incapacidad para iniciar el sueño, aunque el paciente lo desee.

 Pero además, estos dispositivos son especialmente disruptivos, ya que la interacción con ellos suele ir más allá de una simple ejercicio de la lectura. Lo habitual es utilizarlos para jugar, realizar búsquedas de contenidos en internet o incluso hacer uso de las redes sociales, lo que supone la participación de otras personas. Esto tiene como resultado un incremento del arousal cognitivo y emocional, con el consiguiente desarrollo de una hiperactividad cortical (hiperarousal), que es considerado actualmente como una causa directa de insomnio.

 Pero no todo queda aquí. Actualmente necesitamos estar conectados en todo momento. Parece que el éxito personal y profesional va asociado a una  presencia virtual permanente. Esto se extiende, incluso a nuestro periodo de sueño nocturno. Mientras dormimos, es habitual que lleguen mensajes, correos, etc, lo cual lleva asociado una señal acústica o al menos que la pantalla se encienda. Como habitualmente el dispositivo se suele encontrar próximo,  es suficiente para que se produzca un despertar o un alertamiento, es decir una fragmentación del sueño y en consecuencia un insomnio de mantenimiento.

 Las nuevas generaciones, que han nacido en un entorno en el que estas tecnologías son lo habitual, son grandes consumidores. Es a ellos a los que tenemos que dirigir los esfuerzos, para evitar afianzar una inadecuada higiene de sueño. Se han realizado diferentes estudios, que avalan esta interacción negativa de las pantallas iluminadas sobre el sueño.   Un sueño de mala calidad repercute tanto a nivel físico (con el posible desarrollo de obesidad) , como emocional y cognitivo, pudiendo desarrollar conductas y comportamientos antisociales, con el reflejo que esto puede tener en el rendimiento escolar. Además, la perpetuación de estos hábitos en la edad adulta, supone un riesgo en el desarrollo de patologías como hipertensión, enfermedades cardiovasculares, Ictus o alteraciones en la inmunidad.

 Probablemente no llegamos a ser conscientes del efecto que tienen estos nuevos dispositivos en el cambio en nuestras rutinas. No obstante no es necesario llegar a estos extremos, si se hace un uso racional de los mismos. Es imprescindible incluir dentro de los hábitos de buena higiene de sueño, el evitar usar el smartphone / Tablet / wearable al irse a la cama y mantenerlos alejados durante el sueño. Además, los mayores usuarios de estas tecnologías son las nuevas generaciones que han nacido inmersos en ellas y por tanto no conciben un mundo sin ellas. Solo educando en el uso racional de las mismas, obtendremos el beneficio que aportan, evitando pagar un precio a cambio.